La fascinación de la sala oscura y la pantalla gigante

viernes, 25 de mayo de 2007

Little Miss Sunshine

Visto de cerca, nadie es normal. Y en manadas… perdón, en familias, la cosa se pone aun más complicada. El cine nos da muchos ejemplos de familias desastrosas y problemáticas (desde "Belleza americana" hasta "Los excéntricos Tenenbaum", por nombrar solo unos ejemplos recientes) que nos hacen sentir afortunados por estar en una familia "normal", o que por el contrario nos hacen darnos cuenta hasta donde la nuestra no lo es.

El coctel de disfuncionalidades de la familia protagonista de Little Miss Sunshine
está conformado por Sheryl (Toni Collette), una madre estresada, empeñada en mantener todo en calma en una familia que tiene poco de sano; Frank (Steve Carell), el hermano, profesor de literatura, experto en Proust, homosexual y que acaba de intentar suicidarse debido a una decepción amorosa; Richard (Greg Kinnear), el padre, maniático del éxito y de la imagen del ganador; Dwayne (Paul Dano), el hijo, típico adolescente angustiado, lector de Nietzsche y en voto de silencio como prueba de fortaleza para alcanzar su meta: convertirse en un piloto de pruebas de la fuerza aérea; Edwin (Alan Arkin), el abuelo, veterano de la segunda guerra mundial y adicto a la heroína; Olive (Abigail Breslin), la hija, quien sueña con participar en un concurso de belleza infantil, empujada por las ansias de éxito de su padre y apoyada por el entrenamiento del abuelo. Lo pone muy bien Dwayne cuando recibe a Frank con una nota que dice "Bienvenido al infierno".

Todos estos personajes se embarcan en un viaje a California, al concurso de belleza infantil Little Miss Sunshine (en el que la pequeña Olive ha calificado para participar), a bordo de la VW bus de la familia, miembro no menos importante de ella, y que por supuesto tiene sus propias disfuncionalidades para compartir: la caja de cambios no funciona y la corneta suena de manera espontánea y errática. El camino, esa exquisita metáfora compartida por todas las artes, les reserva sorpresas y problemas, los reúne en una muy poco convencional terapia de grupo, donde podrán reconciliarse un poco con ellos mismos y con las particularidades de los otros miembros de la familia.

Pero lo que separa a esta película de la típica película de familia disfuncional, o del muy usado recurso del viaje-que-arregla-todo, es el finísimo humor con que nos hace cómplices de cada personaje, y que mantiene en un muy delicado equilibrio al desastre a punto de ocurrir que son todos ellos en el mismo sitio por más de unos minutos seguidos. Definitivamente la disfrutarán. Si es solos, o reunidos en familia, dependerá de sus propios catálogos de disfuncionalidades.

Artículo publicado en Ajoporro el 18 de mayo del 2007



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